
22 Mar Jóvenes, libres, creativos y rebeldes
Una de las muchas cosas que te da el tener hijos es que, si te implicas en su proceso educativo, vuelves a estudiarlo todo otra vez. Estos últimos fines de semana he vuelto a textos que repasan la Generación del 27 y las Vanguardias. Los he visto con mis ojos actuales y con los de la joven que fui hace treinta años y que empatiza con la quinceañera que, ante mí, trata de memorizar datos que apenas significan nada.
En el mediocre, aburrido e inadecuado libro de texto, ella y yo no vemos lo mismo. Yo, con treinta años más de lecturas y vivencias, veo un poeta o un libro al que amé, recuerdo las emociones que me hizo sentir, las puertas y ventanas que abrió en mi mente y son piezas del puzle del contexto histórico con el que trato de entender lo que pasó en mi país y el mundo.
Para ella es una sucesión de nombres y fechas, un retrato estático en blanco y negro, el título de una obra que, abrumada por la necesidad de memorizar todo a tiempo, no le interesa demasiado.
La niña se ríe ante mis reacciones cada vez que dice el nombre de uno de mis ídolos y la interrumpo y hablo y no paro, y enlazo todo con todo y con el alma y, a veces, quizá me emociono un poco. En teoría, el repaso consiste en que ella me cuente lo que ha estudiado, que me lo explique como lo haría con un compañero al que hay que echarle un cabo.
Duele el planteamiento triste de ese libro de texto espantoso. Precisamente un adolescente puede entender mejor que nadie lo que significó aquella época: el afán de grupos de jóvenes inteligentes e inquietos por romper con todo, la decisión de dejar de someterse a las reglas académicas del S.XIX, de experimentar sin ataduras y dejarse llevar por el surrealismo, de crear partiendo de conceptos de literatura y poesía puras, para acabar encontrando la verdad en las costumbres populares vistas de nuevos modos. El texto presenta a Lorca como un ser de mármol, elevado, distante y ajeno. Prefiero hablarle de la persona, de sus amigos, contarle anécdotas divertidas y descubrirle que hubo una Residencia de Estudiantes y lo que supuso; hacerla reír, comentar la intensidad de Yerma o Bernarda Alba y la injusticia del asesinato, esa pérdida intolerable.
Avanzamos poco porque charlamos mucho y vamos robando libros de la biblioteca de casa y leemos algún poema de Miguel Hernández o Alberti. A veces me pregunto si no la molesto más que la ayudo porque sé que tiene que superar la prueba protocolizada. Pero los datos que no significan nada se olvidarán fácilmente y el esfuerzo habrá valido de bien poco.
Los integrantes de la Generación del 27 fueron jóvenes libres, creativos, geniales, divertidos, profundos y rebeldes; vivieron una época convulsa y sufrieron terriblemente por su rebeldía, pero sus ecos nos alcanzan y, sin duda, cambiaron el mundo. Sobre la mesa, el libro de texto está abierto y, en negrita, resalta la sucesión de fechas y nombres. Me digo que ojalá memorizasen menos y leyesen más. Detesto este sistema educativo.