
10 May Iceberg
A veces, al hacer repaso de la actualidad, me viene a la mente la imagen de un iceberg en el que la amenaza radica en lo que no vemos y cuyo alcance sólo podemos adivinar. Confucio nos instó a mirar a la Luna y no al dedo que la señala, pero seguimos teniendo algunas dificultades para poner el acento en lo primordial.
Buena parte de las noticias ocultan, en siete octavos sumergidos, cuestiones más importantes que el titular diseñado para captar la atención. Así, en el tsunami provocado por la sentencia de La Manada, a mi entender lo más grave es que el desconocimiento y el desprecio hacia los políticos que encarnan los poderes Legislativo y Ejecutivo ha alcanzado ya al Poder Judicial. Las reacciones que se suceden desde hace quince días no responden sólo a una defensa de la mujer, ni a una discrepancia informada, ni a una norma o interpretación nuevas… Lo que yo he visto es la aceleración de una vorágine de indignación mezclada con demagogia que a veces parece querer descomponer el Estado de Derecho a cualquier precio, aunque sea el de la propia libertad.
Con los casos que han afectado a Cristina Cifuentes me ocurre algo similar. Que un cargo público infle el currículo o haya tenido un trato especial en un máster es relevante, pero lo realmente tremendo es un sistema universitario en el que se falsifican actas y firmas, se dan titulaciones de escaso o nulo valor, con másteres o institutos opacos y una endogamia intolerable en la contratación de docentes. Muchas voces han pedido que se aproveche la ocasión para corregir problemas, para que sean los mejores especialistas con experiencia demostrada en su campo los que enseñen a las siguientes generaciones, y no quienes entraron en una facultad con dieciocho años, se adaptaron a la política interna de un departamento y, amparados por un mentor bien posicionado, jamás volvieron a salir.
Por último, pero no menos importante, también en relación a Cifuentes, lo que de verdad quiero saber es quién ha filtrado el famoso vídeo de las cremas; quién guarda un documento ilegal para amenazar o manipular a un representante de millones de ciudadanos. Si este episodio de opereta fuese una ficción americana, ya hubiese entrado en escena el FBI y se hubiese convocado a un Gran Jurado para no dejar piedra sobre piedra en este asunto. Dimitida o sin dimitir, los titulares ya casi se han apagado, pero lo de las cremas es el dedo y yo tengo muy claro que quiero ver la Luna.
La suma de redes sociales y medios de comunicación de masas ha producido una bestia insulsa que, con la misma facilidad, ríe con imágenes de gatitos o se enfurece y lanza manotazos con fuerza desmedida en todas direcciones. Pero, cuando es necesario, hay que asumir la responsabilidad de decir sin miedo a la mayoría que se equivoca, que no se pueden hacer valoraciones sobre jueces y sentencias basadas sólo en un sentimiento de indignación. Y hay levantarse y exigir a las Universidades que sean centros de excelencia y foros de libertad, innovación y talento aunque ello implique transformaciones dolorosas. Y, por encima de todo, hay que activar todos los recursos del Estado, y dejar bien claro que hasta aquí hemos llegado, que averiguaremos y no quedará impune quien se ocupa en guardar y mercadear con vídeos, cartas, fotos o lo que sea para doblegar políticos y acomodar a sus intereses a la mismísima voluntad popular.